Las obras expuestas giran en torno a la idea del devenir y del cambio, la presencia y la presencia de la ausencia. La búsqueda del autoconocimiento y del sentido de la existencia, la identidad individual frente a la identidad colectiva.
¿Recordáis los ejercicios que nos mandaban de pequeños para construir una frase o una redacción con unas palabras dadas?, ¿cómo cada uno construía su historia y ninguna era la misma, eran independientes pero al mismo tiempo venían del mismo origen? Las imágenes sugeridas, veladas, borradas o tachadas de las obras sugieren sensaciones y pensamientos diferentes al autor y a cada espectador.
“De pequeño”, nos cuenta el artista, “pensaba que solo existía lo que yo estaba viviendo. Quiero decir, que cuando algo no estaba presente en mi vida, no existía. Curioso, ¿no? Luego comencé a pensar que a los demás quizá les sucedía lo mismo que a mí, y deduje que había tantas historias paralelas como personas, que la mía no era la única y que cohabitaban en el mismo espacio y tiempo. Y que yo me perdía esas historias, y que quería verlo todo, no perderme nada. Eso reflejarían estos cuadros: hechos, imágenes que, unidas, forman algo que nos hace viajar hacia adentro, algo que no sé muy bien qué es… ¿el devenir, el cambio constante, la existencia?”.
Así, las capas que se superponen en esta serie de obras de Michael de Coca Leicher crean una tensión entre lo visible y lo que vive oculto, debajo de la superficie. Él también es de la opinión de que resulta siempre más interesante lo oculto, lo velado, que lo superficial, las apariencias visibles, a menudo solamente eso, apariencias…
Las obras de ‘Visible Lo Invisible’ son muy cinematográficas, cuentan historias sutiles y abstractas que realmente interpreta el espectador con total libertad. Observando, descubre y construye sus propias imágenes dejando que el cuadro hable, desvele lo que quizá guarda dentro el propio espectador. Ya en el acto de mirar, de descubrir, debe haber un acto de creatividad.
Y como telón de fondo, la lucha por permanecer, por capturar el tiempo y apropiarnos del cambio, frente al desasosiego profundo de lo efímero, de la idea del «no existir».
Michael de Coca Leicher nos lo explica así:
“En cuanto al contenido, realmente creo que todo en la exposición podría ir en torno a la idea de Heráclito del cambio continuo, del devenir, del proceso del ‘no ser’ en llegar a ‘ser’, que nunca llega, porque siempre está cambiando, todo fluye. Nunca te vas a bañar dos veces en el mismo río», decía el filósofo. La idea de lo efímero y cambiante que es todo, de la tensa relación del espacio con el tiempo. De ahí surgen las imágenes de engranajes y máquinas, que simbolizan esa relación, esa máquina que lo mueve todo y que acelera el cambio».
Y los muros, testigos del paso de los acontecimientos. «Si las paredes hablaran»… Siempre me han atraído los muros de las ciudades llenos de grafitis, pero no esos bonitos pintados por un artista, sino los caóticos, donde cada uno ha dejado su huella, otro llega y escribe encima una frase, alguien un dibujo, otro pinta un trozo para borrar, alguien intenta limpiarlo, otro más lo firma. Delante pasan cosas, cambia siempre, porque cambia siempre lo que sucede alrededor. ¡Nunca verás siempre el mismo muro, nunca te bañarás dos veces en el mismo río!
Estos cuadros son como muros, donde se funde el espacio, el color, el gesto con las imágenes. Imágenes que se esconden, porque no quieren ser evidentes, se van diluyendo, algunas incluso desaparecen o sólo se llegan a intuir. Siempre todo de una forma aleatoria y por azar, haciendo visible lo invisible, pero de una manera velada, un poco oculta. Siempre guardando cierta intimidad, como no queriendo acabar de desvelar el contenido del todo. Un secreto desvelado a medias.
La figuración siempre queda plasmada por procedimientos indirectos, nunca pintada por la mano del autor, ya que representa vivencias, recuerdos, hechos, máquinas y objetos. En cambio, el espacio está representado a través del gesto, la pintura y el color, que invade y esconde imágenes, texturas, mensajes y grafismos. El espacio todopoderoso, como esa fuerza que fluye permanentemente y vela lo concreto y figurativo, lo sumerge en una espesa ‘niebla’ donde se difumina lo que es y no está y lo que está pero no es.
Las imágenes son de varios tipos:
– De máquinas, ejes, engranajes, grúas y de fábricas. Representan el avance, la industrialización, la mecanización y cómo el tiempo se come al espacio, cómo el cambio se acelera y vuelve todo más inestable, más frágil y quebradizo, pero contribuye al avance en la creatividad.
– De historias pasadas que quieren permanecer, porque, para avanzar, a veces hay que mirar atrás. Representan hechos o periodos históricos, sobre todo de la primera mitad del siglo XX. Historias y vivencias familiares que forman parte ya de mí mismo.
– Imágenes de artistas, como la lección de pintura de Otto Dix, homenaje nostálgico a las primeras vanguardias, a la Bauhaus, la nueva objetividad, dadá y el surrealismo, la creatividad en tiempos de Weimar…
– Las secuencias de movimiento de Muybridge, el movimiento dividido en fracciones de tiempo, de Demenÿ y de Marey, todos ellos fotógrafos hacia 1900. El principio del cinematógrafo. Sobre todo los luchadores de Muybridge y la secuencia del desnudo bajando la escalera, en homenaje a Duchamp.
– Imágenes también tomadas por mí. Juan en movimiento, en cuatro secuencias que se ordenan aleatoriamente, creando movimientos diferentes, imágenes que dan la impresión de cómo intenta despreocupadamente y con libertad alzar el vuelo, como Ícaro. En la serie de los libros olvidados estas imágenes toman mucho protagonismo, la secuencia del libro es ideal para captar el intento de llegar más allá, la lucha y la ambición. Pero Ícaro cayó al mar, cuando en su entusiasmo le hizo querer alcanzar el Sol y sus alas de cera se derritieron.
¿Y por qué ‘los libros olvidados’, por qué ese nombre para esta serie? Porque son libros que encontré perdidos en el estudio, olvidados por no sé quién, que cobran una nueva vida con la apropiación de ellos, creando un nuevo libro de autor con nuevas historias abstractas.
Los lienzos de ‘Visible Lo Invisible’ son, básicamente, acrílico y serigrafía sobre tela. A veces también hay grafismos con barras de óleo, pintura en spray o carboncillo.
En la obra pequeña, la serie de los ‘libros olvidados’, la técnica se vuelve un poco más libre, más versátil. Son soportes reciclados, hojas de libro o cartulinas viejas, intervenidas con tinta china, acuarelas al agua, acrílicos, spray, ceras, barras de óleo… y las imágenes están serigrafiadas en el mismo soporte o sobre acetato y pegadas. A veces también hay collage de diversos materiales, vinilo de espejo, pan de plata, hojas superpuestas…
Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid en 1993 en la especialidad de Pintura. En 2014 complementa sus estudios de serigrafía en la facultad de Bellas Artes de la UCM, ejerciendo de colaborador en dicha asignatura en los dos cursos siguientes, 2015/16 y 2016/17.
Desde 1993 alterna la docencia con la pintura, y de 1998 a 2016 organiza actividades de difusión del patrimonio artístico en el Ayuntamiento de Madrid.
Su obra ha sido seleccionada en varios concursos como el XXI Premio ciudad de Alcalá, el 50º y 53º Premio Reina Sofía de Pintura, el XII Salón de Primavera y el III Salón de Arte Abstracto de Madrid y en la feria de arte Flecha 2014 y 2015. Ha realizado exposiciones individuales y colectivas en Madrid, Alcalá de Henares, San Fernando de Henares, Manzanares el Real y Valdepeñas.